Como no era alemán tuvo que pedir un permiso para poder ingresar en el ejército bávaro que le fue concebido en tan solo veinticuatro horas. El 16 de agosto fue encuadrado como soldado 148 de la 1ª compañía del 16º regimiento bávaro, que adoptó el nombre de su primer jefe, el coronel List. Era una unidad formada por voluntarios, gentes, en general, pertenecientes a la reserva y, por tanto, un grupo heterogéneo por su procedencia, extracción social, cultura y edad, en el que Adolf Hitler, artista fracasado de 25 años, no desentonaba.
El adiestramiento duró hasta
octubre. De aquellos tres meses Hitler apenas recuerda otra cosa que su
impaciencia por salir al frente. Los periódicos publicaron durante ese periodo
la formidable sucesión de victoriosos avances que condujeron a los ejércitos
alemanes hasta el Marne. Los reservistas leían rabiosos que los parisinos ya
escuchaban atemorizados el lejano fragor de los cañones; parecía claro que la
guerra acabaría antes de que ellos completasen la instrucción.
El 21 de octubre de 1914 el
regimiento de List partía hacia Francia y, tras atravesar las ciudades
flamencas, asoladas por la guerra, llegaron al frente de Yprés el día 28. En la
mañana siguiente, Hitler tuvo su bautismo de fuego.
En 1915 soldados novatos con
escasa protección artillera, fueron empleados como carne de cañón, hasta el
punto de que en cuatro días de lucha sin tregua el regimiento List había pasado
de 3.500 hombres a tan solo 600, varias compañías fueron disueltas para
completar los efectivos de las otras y solo quedaban 30 oficiales aptos para el
combate. La unidad hubo de ser enviada a retaguardia para reorganizarse, y a
mediados de noviembre volvían a la acción.
El comportamiento de Hitler en
estos combates debió ser muy valeroso porque fue ascendido al rango de cabo,
recibió la Cruz de Hierro de segunda clase y fue destinado a labores de enlace.
Esto último quizá fue lo más importante. La tropa que se pudría en las
trincheras envidiaba a los enlaces y les consideraba unos “enchufaos”; los
enlaces vivían en la retaguardia, comían caliente y siempre hallaban raciones
suplementarias de alimentos en el Estado Mayor o entre la población civil;
solían dormir en lugares secos y abrigados, a salvo de ataques de artillería o
asaltos imprevistos; no tenían que salir de las trincheras con la bayoneta y
jugarse la vida en avances segados por las ametralladoras. Si bien eso era
parcialmente verdad, a cambio de esas comodidades, los enlaces sufrían pérdidas
más elevadas que el resto de la tropa, hasta el punto de que operaban por
parejas para garantizar que los mensajes llegaran a su destino y aun así, a
veces ambos morían en el camino; en los primeros 3 años de guerra, de un total
de 14 murieron 12 de los enlaces del batallón de Hitler. Se requería que fueran
muy valerosos para cruzar sin vacilaciones campos batidos por el fuego enemigo.
Además, debían tener un buen sentido de la orientación para localizar las
posiciones avanzadas y llegar a ellas incluso durante la noche o a pesar de las
mayores inclemencias del tiempo. Y debían ser astutos, para burlar a las
patrullas enemigas.
Hitler dio sobradas muestras de
todas esas virtudes porque sobrevivió a
la guerra después de haber cumplido centenares de misiones, recibiendo
solamente una herida. Fue según sus jefes y compañeros un soldado que incluso,
se excedía en el cumplimiento del deber, presentándose voluntario siempre que
se solicitaban y rechazando hasta 1917 los permisos que reglamentariamente le
pertenecían.
A lo largo de la Gran Guerra,
Hitler recibió numerosas condecoraciones:
- · La Cruz de Hierro de segunda clase.
- · La Cruz del Mérito Militar de tercera clase con espadas.
- · El diploma del regimiento.
- · La Cruz de Hierro de primera clase (de las más apreciadas y rarísimas entre la tropa).
- · La Cinta Negra (concedida a los que sufrían heridas de guerra).
- · La Medalla al Servicio Militar de tercera clase.
A pesar de ser un soldado sin
duda alguna heroico, escrupuloso observador y cumplidor del reglamento (asistía
a oficios religiosos pese a su anticlericalismo, porque así lo decían las
ordenanzas) y uno de los hombres de la tropa más condecorados. No ascendió
nunca por encima del grado de cabo.
Sin duda, a pesar de todos estos
rasgos que hacían de Hitler un tipo admirable en el terreno militar, era por
otro lado, un hombre excéntrico, inquieto y malhumorado. Sus discursos y teorías nacionalistas y antisionistas
aburrían a sus compañeros. Hitler era un lector retraído que pasaba muchos
ratos leyendo a Schopenhauer y a Nietzsche mientras el resto pasaba el tiempo
jugando a las cartas. También era un misógino que no solo no compartía el
interés por las mujeres sino que además reprochaba a sus compañeros sus
escarceos. Y su imagen física desgarbada y aparentemente débil, chocaba con los
clichés populares en el ejército. Además, carecía de la concisión y claridad
que apreciaban los militares: esa incapaz de dar una respuesta rápida y
concreta, mientras que sus informes eran largos y farragosos.
Aparte de ganarse de sus
camaradas los adjetivos de excéntrico misógino y reglamentarista. Hitler
comenzó a disfrutar entre sus compañeros de una bien ganada fama de afortunado
y casi invulnerable. El regimiento List combatió las batallas más duras de la
IGM y padeció un escalofriante 60% de bajas, de las que casi la mitad fueron
mortales. En esa unidad, el enlace Hitler fue respetado por la metralla enemiga
hasta los combates del Somme, en el verano-otoño de 1916, donde murieron casi
un millón de hombres. Allí a finales de septiembre, se repitió la excelente
fortuna de Hitler… Sentado junto a algunos compañeros en un refugio, les
alcanzó de lleno una granada británica. El resultado: 4 muertos, 6 heridos
graves y solo 2 indemnes. Sin embargo, el 5 de octubre de 1916, mientras
realizaba una misión de enlace a la que se presentó voluntario, recibió un
cascote de metralla en el muslo. Hitler quedó tendido en el campo de batalla,
hasta que fue retirado horas después. Seguía siendo afortunado,la herida era
lo bastante grave como para enviarle a un hospital de Alemania pero no como
para temer por su vida. Después de resultar herido, tres
días más tarde, se encontraba Hitler en el hospital de Beelitz, cerca de
Berlín.
En el hospital, Hitler comenzó a percatarse de los primeros signos de derrotismo: soldados contentos de ser heridos o incluso, aquellos que explicaban sin reparos su habilidad para automutilarse para salir del combate. Y allí, Hitler que jamás se había quejado de las penalidades de la guerra se impacientaba en aquel lugar.
Durante sus dos meses de
convalecencia tuvo la oportunidad de visitar Berlín. Allí lo que le impresionó
fue el clima de descontento y derrotismo que se percibía en cada rincón de la
ciudad. El invierno de 1916-17 fue muy frío… el combustible para calentar los
hogares y el alimento estaban racionados. Y las gentes deambulaban sin alegría
alguna.
Hitler fue dado de alta en
diciembre y destinado a un batallón de reserva en Munich. Allí se repetía la
imagen de Berlín: cansancio, desengaño y ansias de que la guerra llegase a su
fin. Hitler escribió sobre la impresión que le causó la capital bávara: "Apenas
conseguía reconocer el lugar. ¡Ira, agitación y maldición, dondequiera que uno
fuese!". Y políticamente la situación era mucho peor en Baviera que en Berlín.
La gente comenzaba a creer que la responsabilidad de la mala marcha de la
guerra la tenían quienes la manejaban: los prusianos, los generales y los
políticos de Berlín.
En Munich, Hitler se tropezó con
los que querían la paz a toda costa y a cualquier precio, con los que deseaban
aumentar el esfuerzo bélico y con los que pretendían dirigirlo. Pensaba Hitler
que todo este clima lo único que conseguía era favorecer al enemigo; alguien
estaba corrompiendo y dividiendo la retaguardia y, halló en los judíos la causa
de todas las calamidades. Mientras, los judíos contribuían al esfuerzo bélico
como el resto de la población.
La vida de guarnición en Munich
ahogaba a Hitler, que solicitó ser reclamado por su unidad. El 10 de febrero de
1917, regresaba al frente y lo hacía en el peor momento: en las trincheras
alemanas habían aparecido el hambre y en las enemigas, la opulencia.
A Hitler la retaguardia le
agobiaba. Mientras la mayoría de soldados deseaban salir del frente, Adolf no
pensaba en otra cosa que en volver al campo de batalla. Ese momento llega. Como
dije, en febrero de 1917 regresa al frente.
El regimieno List lucharía sin tregua hasta el 31 de julio en Flandes y Artois, enfrentándose a franceses y británicos en los combates más duros de la guerra. Por dos veces, el regimiento de Hitler estuvo entre las fuerzas que frenaron al mariscal británico Haig y entre las que ganaron a los franceses en el derrumbamiento del Chemin des Dames, pero el 3 de agosto los restos del regimiento List fueron retirados del frente. De los 1.500 soldados iniciales, a estas alturas solamente quedaban 600. Con el fin de reorganizarse, el regimiento fue enviado a esa retaguardia que tanta inquietud le producía al cabo y, sorprendentemente, Hitler tomaba entonces su permiso reglamentario de 1917 para visitar a sus tíos Theresa y Antón en Spital, lugar de vacaciones de su niñez. Llegaba con 28 años, después de once de ausencia.
Después del permiso y vista toda
la miseria que había en las calles regresó al frente abrumado por la situación
de la retaguardia. Para Hitler había sin duda dos factores interpuestos entre
Alemania y la victoria: por un lado, la dañina propaganda anglofrancesa que los
alemanes no habían tenido capacidad de contrarrestar y, por otro, la
desmoralización en la retaguardia provocada por los judíos.
La guerra por entonces, parecía
sin embargo mejor encaminada. Alemanes y austriacos batían a los italianos en
Caporetto y los rusos firmaban el armisticio. Alemania, podría entonces volcar
todos sus efectivos sobre Francia. Pero no fue todo tan sencillo, ya que los
EUA entraban en escena declarando la guerra a Alemania. La situación interior
alemana era cada vez más insostenible: hambre generalizada, escasez,
innumerables cadáveres, calefacciones apagadas, protestas, etc.
En la primavera de 1918 aún no se
pensaba en eso. Por entonces, en las líneas alemanas existía la esperanza de
una victoria. Ludendorff lanzaba su ofensiva del 27 de mayo que perforó las
líneas francesas. Dos semanas más tarde, los alemanes estaban de nuevo ante el
Marne, un río que llevaba ya más sangre que agua. Pero nuevamente el cruce del
Marne resultó ser un fugaz sueño para los alemanes: el 19 de junio, después de
haberse sostenido apenas una semana sobre su margen izquierdo, las tropas de
Ludendorff iniciaban su retroceso.
Tras el fracaso de la ofensiva
Los ejércitos alemanes se
repliegan lentamente, contraatacando cada vez que se les presenta ocasión. El
31 de julio de 1918 algunas compañías del regimiento List ocupan un claro en el
despliegue británico y sorprenden a sus enemigos en un contraataque de flanco;
de manera poco afortunada para los soldados alemanes, su artillería que
ignoraba esa posición, pues si… comienza a bombardear sus posiciones. El “fuego
amigo” ocasiona varios muertos e interrumpe el contraataque.
En ese momento entra en escena el judío Hugo
Gutmann, quien ordena a Hitler que atraviese un campo batido por las
ametralladoras británicas y pida la suspensión del fuego artillero,
prometiéndole que solicitará para él la Cruz de Hierro de primera clase si todo
sale bien. Hitler cumple perfectamente con la suicida misión y en el parte del
regimiento de ese día figura esta citación firmada por Von Godin, comandante
del regimiento List, a recomendación del primer teniente Hugo Gutmann:
“En su labor de correo ha
demostrado mucha sangre fría y un valor ejemplar, tanto en la guerra de
posición como en la de movimiento, y siempre se ha ofrecido voluntario para
llevar mensajes en las situaciones más difíciles y con riesgo de su vida. En
condiciones de gran peligro, cuando estaban rotas todas las líneas de
comunicación, la incansable y valiente actividad de Hitler hizo posible que los
mensajes llegaran a su destino”.
Hitler nunca confiesa, ni siquiera a estas alturas de la guerra que estuviese asqueado de la guerra. La Cruz de Hierro de primera clase le fue impuesta el 4 de agosto y aceptó el permiso que le concedieron para regresar de nuevo con sus parientes a Spital. Un regreso que se comprende porque como soldado fanático, entregado en pleno a la causa… regresar no significaba alejarse del frente sino notoriedad, es decir, Hitler regresaba a su tierra convertido en un héroe.
Impuesta la Cruz de Hierro de
primera clase y después de cogerse el permiso que esta distinción llevaba
anexo… Adolf Hitler regresa al frente y lo hace en los mismos lugares donde
había recibido su bautismo de fuego hace ya cuatro años.
En el otoño de 1918 las lluvias
fueron torrenciales. Las trincheras difícilmente podían cavarse y fueron
sustituidas por líneas de sacos de tierra. El campo debía franquearse cruzando
pasarelas. Los pueblos eran escombros en los que nadie se atrevía a
resguardarse junto a los restos de un edificio tambaleante que rápidamente
atraería el fuego de los cañones enemigos.
En ese escenario dantesco, plagado de hombres muertos, se produjo la
última ofensiva de la guerra en la que británicos y franceses trataron de
empujar a los alemanes hacia el Rin.
Y allí se encontraba Hitler con
los suyos, con el regimiento List, el 28 de septiembre cuando Bulgaria
capituló. La noticia, no debió llegar al frente pero sí que conmocionó al
Gobierno alemán, enterado ya de que Turquía negociaba su rendición. El 29 de
septiembre, con la carencia de reservas, la escasez de municiones y víveres y
la superioridad enemiga, Ludendorff y Hidenburg recomendaban a su Gobierno que
solicitase el armisticio según los 14 puntos formulados por el Presidente de
los EE. UU., Wilson. La noticia cayó como un jarro de agua fría. Muchos
alemanes recibieron la noticia como una liberación pero a la mayoría les aterró
porque sus tropas aún luchaban en suelo extranjero y apenas tres meses antes
como recordareis, amenazaban París. No se explicaban que había podido ocurrir
para que se llegase a esa situación.
Hitler recibió la noticia del armisticio en el hospital de Pasewalk,
especializado en heridos a causa de gases. Adolf, había perdido la visión en la
madrugada del 14 de octubre, cuando el puesto de mando del regimiento List, que
se hallaba en la localidad de La Montagne, al sur de Yprés, fue objeto de un
prolongado ataque británico con granadas de cloro gaseoso. Al hospital donde se
encontraba Hitler, llegaban atenuadas las noticias del armisticio, de la
rendición de las fuerzas armadas alemanas y de la caída y exilio del káiser.
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