miércoles, 24 de abril de 2013

Hitler en la Primera Guerra Mundial









Como no era alemán tuvo que pedir un permiso para poder ingresar en el ejército bávaro que le fue concebido en tan solo veinticuatro horas. El 16 de agosto fue encuadrado como soldado 148 de la 1ª compañía del 16º regimiento bávaro, que adoptó el nombre de su primer jefe, el coronel List. Era una unidad formada por voluntarios, gentes, en general, pertenecientes a la reserva y, por tanto, un grupo heterogéneo por su procedencia, extracción social, cultura y edad, en el que Adolf Hitler, artista fracasado de 25 años, no desentonaba.


El adiestramiento duró hasta octubre. De aquellos tres meses Hitler apenas recuerda otra cosa que su impaciencia por salir al frente. Los periódicos publicaron durante ese periodo la formidable sucesión de victoriosos avances que condujeron a los ejércitos alemanes hasta el Marne. Los reservistas leían rabiosos que los parisinos ya escuchaban atemorizados el lejano fragor de los cañones; parecía claro que la guerra acabaría antes de que ellos completasen la instrucción.

El 21 de octubre de 1914 el regimiento de List partía hacia Francia y, tras atravesar las ciudades flamencas, asoladas por la guerra, llegaron al frente de Yprés el día 28. En la mañana siguiente, Hitler tuvo su bautismo de fuego.

En 1915 soldados novatos con escasa protección artillera, fueron empleados como carne de cañón, hasta el punto de que en cuatro días de lucha sin tregua el regimiento List había pasado de 3.500 hombres a tan solo 600, varias compañías fueron disueltas para completar los efectivos de las otras y solo quedaban 30 oficiales aptos para el combate. La unidad hubo de ser enviada a retaguardia para reorganizarse, y a mediados de noviembre volvían a la acción.

El comportamiento de Hitler en estos combates debió ser muy valeroso porque fue ascendido al rango de cabo, recibió la Cruz de Hierro de segunda clase y fue destinado a labores de enlace. Esto último quizá fue lo más importante. La tropa que se pudría en las trincheras envidiaba a los enlaces y les consideraba unos “enchufaos”; los enlaces vivían en la retaguardia, comían caliente y siempre hallaban raciones suplementarias de alimentos en el Estado Mayor o entre la población civil; solían dormir en lugares secos y abrigados, a salvo de ataques de artillería o asaltos imprevistos; no tenían que salir de las trincheras con la bayoneta y jugarse la vida en avances segados por las ametralladoras. Si bien eso era parcialmente verdad, a cambio de esas comodidades, los enlaces sufrían pérdidas más elevadas que el resto de la tropa, hasta el punto de que operaban por parejas para garantizar que los mensajes llegaran a su destino y aun así, a veces ambos morían en el camino; en los primeros 3 años de guerra, de un total de 14 murieron 12 de los enlaces del batallón de Hitler. Se requería que fueran muy valerosos para cruzar sin vacilaciones campos batidos por el fuego enemigo. Además, debían tener un buen sentido de la orientación para localizar las posiciones avanzadas y llegar a ellas incluso durante la noche o a pesar de las mayores inclemencias del tiempo. Y debían ser astutos, para burlar a las patrullas enemigas.

Hitler dio sobradas muestras de todas esas virtudes porque sobrevivió  a la guerra después de haber cumplido centenares de misiones, recibiendo solamente una herida. Fue según sus jefes y compañeros un soldado que incluso, se excedía en el cumplimiento del deber, presentándose voluntario siempre que se solicitaban y rechazando hasta 1917 los permisos que reglamentariamente le pertenecían.
A lo largo de la Gran Guerra, Hitler recibió numerosas condecoraciones:
  • ·         La Cruz de Hierro de segunda clase.
  • ·         La Cruz del Mérito Militar de tercera clase con espadas.
  • ·         El diploma del regimiento.
  • ·         La Cruz de Hierro de primera clase (de las más apreciadas y rarísimas entre la tropa).
  • ·         La Cinta Negra (concedida a los que sufrían heridas de guerra).
  • ·         La Medalla al Servicio Militar de tercera clase.


A pesar de ser un soldado sin duda alguna heroico, escrupuloso observador y cumplidor del reglamento (asistía a oficios religiosos pese a su anticlericalismo, porque así lo decían las ordenanzas) y uno de los hombres de la tropa más condecorados. No ascendió nunca por encima del grado de cabo.
Sin duda, a pesar de todos estos rasgos que hacían de Hitler un tipo admirable en el terreno militar, era por otro lado, un hombre excéntrico, inquieto y malhumorado. Sus discursos  y teorías nacionalistas y antisionistas aburrían a sus compañeros. Hitler era un lector retraído que pasaba muchos ratos leyendo a Schopenhauer y a Nietzsche mientras el resto pasaba el tiempo jugando a las cartas. También era un misógino que no solo no compartía el interés por las mujeres sino que además reprochaba a sus compañeros sus escarceos. Y su imagen física desgarbada y aparentemente débil, chocaba con los clichés populares en el ejército. Además, carecía de la concisión y claridad que apreciaban los militares: esa incapaz de dar una respuesta rápida y concreta, mientras que sus informes eran largos y farragosos.

Aparte de ganarse de sus camaradas los adjetivos de excéntrico misógino y reglamentarista. Hitler comenzó a disfrutar entre sus compañeros de una bien ganada fama de afortunado y casi invulnerable. El regimiento List combatió las batallas más duras de la IGM y padeció un escalofriante 60% de bajas, de las que casi la mitad fueron mortales. En esa unidad, el enlace Hitler fue respetado por la metralla enemiga hasta los combates del Somme, en el verano-otoño de 1916, donde murieron casi un millón de hombres. Allí a finales de septiembre, se repitió la excelente fortuna de Hitler… Sentado junto a algunos compañeros en un refugio, les alcanzó de lleno una granada británica. El resultado: 4 muertos, 6 heridos graves y solo 2 indemnes. Sin embargo, el 5 de octubre de 1916, mientras realizaba una misión de enlace a la que se presentó voluntario, recibió un cascote de metralla en el muslo. Hitler quedó tendido en el campo de batalla, hasta que fue retirado horas después. Seguía siendo afortunado,la herida era lo bastante grave como para enviarle a un hospital de Alemania pero no como para temer por su vida. Después de resultar herido, tres días más tarde, se encontraba Hitler en el hospital de Beelitz, cerca de Berlín.







En el hospital, Hitler comenzó a percatarse de los primeros signos de derrotismo: soldados contentos de ser heridos o incluso, aquellos que explicaban sin reparos su habilidad para automutilarse para salir del combate. Y allí, Hitler que jamás se había quejado de las penalidades de la guerra se impacientaba en aquel lugar.
Durante sus dos meses de convalecencia tuvo la oportunidad de visitar Berlín. Allí lo que le impresionó fue el clima de descontento y derrotismo que se percibía en cada rincón de la ciudad. El invierno de 1916-17 fue muy frío… el combustible para calentar los hogares y el alimento estaban racionados. Y las gentes deambulaban sin alegría alguna.

Hitler fue dado de alta en diciembre y destinado a un batallón de reserva en Munich. Allí se repetía la imagen de Berlín: cansancio, desengaño y ansias de que la guerra llegase a su fin. Hitler escribió sobre la impresión que le causó la capital bávara: "Apenas conseguía reconocer el lugar. ¡Ira, agitación y maldición, dondequiera que uno fuese!". Y políticamente la situación era mucho peor en Baviera que en Berlín. La gente comenzaba a creer que la responsabilidad de la mala marcha de la guerra la tenían quienes la manejaban: los prusianos, los generales y los políticos de Berlín.

En Munich, Hitler se tropezó con los que querían la paz a toda costa y a cualquier precio, con los que deseaban aumentar el esfuerzo bélico y con los que pretendían dirigirlo. Pensaba Hitler que todo este clima lo único que conseguía era favorecer al enemigo; alguien estaba corrompiendo y dividiendo la retaguardia y, halló en los judíos la causa de todas las calamidades. Mientras, los judíos contribuían al esfuerzo bélico como el resto de la población.
La vida de guarnición en Munich ahogaba a Hitler, que solicitó ser reclamado por su unidad. El 10 de febrero de 1917, regresaba al frente y lo hacía en el peor momento: en las trincheras alemanas habían aparecido el hambre y en las enemigas, la opulencia.
A Hitler la retaguardia le agobiaba. Mientras la mayoría de soldados deseaban salir del frente, Adolf no pensaba en otra cosa que en volver al campo de batalla. Ese momento llega. Como dije, en febrero de 1917 regresa al frente.

El regimieno List lucharía sin tregua hasta el 31 de julio en Flandes y Artois, enfrentándose a franceses y británicos en los combates más duros de la guerra. Por dos veces, el regimiento de Hitler estuvo entre las fuerzas que frenaron al mariscal británico Haig y entre las que ganaron a los franceses en el derrumbamiento del Chemin des Dames, pero el 3 de agosto los restos del regimiento List fueron retirados del frente. De los 1.500 soldados iniciales, a estas alturas solamente quedaban 600. Con el fin de reorganizarse, el regimiento fue enviado a esa retaguardia que tanta inquietud le producía al cabo y, sorprendentemente, Hitler tomaba entonces su permiso reglamentario de 1917 para visitar a sus tíos Theresa y Antón en Spital, lugar de vacaciones de su niñez. Llegaba con 28 años, después de once de ausencia.


Después del permiso y vista toda la miseria que había en las calles regresó al frente abrumado por la situación de la retaguardia. Para Hitler había sin duda dos factores interpuestos entre Alemania y la victoria: por un lado, la dañina propaganda anglofrancesa que los alemanes no habían tenido capacidad de contrarrestar y, por otro, la desmoralización en la retaguardia provocada por los judíos.

La guerra por entonces, parecía sin embargo mejor encaminada. Alemanes y austriacos batían a los italianos en Caporetto y los rusos firmaban el armisticio. Alemania, podría entonces volcar todos sus efectivos sobre Francia. Pero no fue todo tan sencillo, ya que los EUA entraban en escena declarando la guerra a Alemania. La situación interior alemana era cada vez más insostenible: hambre generalizada, escasez, innumerables cadáveres, calefacciones apagadas, protestas, etc.  
En la primavera de 1918 aún no se pensaba en eso. Por entonces, en las líneas alemanas existía la esperanza de una victoria. Ludendorff lanzaba su ofensiva del 27 de mayo que perforó las líneas francesas. Dos semanas más tarde, los alemanes estaban de nuevo ante el Marne, un río que llevaba ya más sangre que agua. Pero nuevamente el cruce del Marne resultó ser un fugaz sueño para los alemanes: el 19 de junio, después de haberse sostenido apenas una semana sobre su margen izquierdo, las tropas de Ludendorff iniciaban su retroceso. 



Tras el fracaso de la ofensiva

Los ejércitos alemanes se repliegan lentamente, contraatacando cada vez que se les presenta ocasión. El 31 de julio de 1918 algunas compañías del regimiento List ocupan un claro en el despliegue británico y sorprenden a sus enemigos en un contraataque de flanco; de manera poco afortunada para los soldados alemanes, su artillería que ignoraba esa posición, pues si… comienza a bombardear sus posiciones. El “fuego amigo” ocasiona varios muertos e interrumpe el contraataque.
 En ese momento entra en escena el judío Hugo Gutmann, quien ordena a Hitler que atraviese un campo batido por las ametralladoras británicas y pida la suspensión del fuego artillero, prometiéndole que solicitará para él la Cruz de Hierro de primera clase si todo sale bien. Hitler cumple perfectamente con la suicida misión y en el parte del regimiento de ese día figura esta citación firmada por Von Godin, comandante del regimiento List, a recomendación del primer teniente Hugo Gutmann:

“En su labor de correo ha demostrado mucha sangre fría y un valor ejemplar, tanto en la guerra de posición como en la de movimiento, y siempre se ha ofrecido voluntario para llevar mensajes en las situaciones más difíciles y con riesgo de su vida. En condiciones de gran peligro, cuando estaban rotas todas las líneas de comunicación, la incansable y valiente actividad de Hitler hizo posible que los mensajes llegaran a su destino”.




Hitler nunca confiesa, ni siquiera a estas alturas de la guerra que estuviese asqueado de la guerra. La Cruz de Hierro de primera clase le fue impuesta el 4 de agosto y aceptó el permiso que le concedieron para regresar de nuevo con sus parientes a Spital. Un regreso que se comprende porque como soldado fanático, entregado en pleno a la causa… regresar no significaba alejarse del frente sino notoriedad, es decir, Hitler regresaba a su tierra convertido en un héroe.
Impuesta la Cruz de Hierro de primera clase y después de cogerse el permiso que esta distinción llevaba anexo… Adolf Hitler regresa al frente y lo hace en los mismos lugares donde había recibido su bautismo de fuego hace ya cuatro años.

En el otoño de 1918 las lluvias fueron torrenciales. Las trincheras difícilmente podían cavarse y fueron sustituidas por líneas de sacos de tierra. El campo debía franquearse cruzando pasarelas. Los pueblos eran escombros en los que nadie se atrevía a resguardarse junto a los restos de un edificio tambaleante que rápidamente atraería el fuego de los cañones enemigos.  En ese escenario dantesco, plagado de hombres muertos, se produjo la última ofensiva de la guerra en la que británicos y franceses trataron de empujar a los alemanes hacia el Rin.

Y allí se encontraba Hitler con los suyos, con el regimiento List, el 28 de septiembre cuando Bulgaria capituló. La noticia, no debió llegar al frente pero sí que conmocionó al Gobierno alemán, enterado ya de que Turquía negociaba su rendición. El 29 de septiembre, con la carencia de reservas, la escasez de municiones y víveres y la superioridad enemiga, Ludendorff y Hidenburg recomendaban a su Gobierno que solicitase el armisticio según los 14 puntos formulados por el Presidente de los EE. UU., Wilson. La noticia cayó como un jarro de agua fría. Muchos alemanes recibieron la noticia como una liberación pero a la mayoría les aterró porque sus tropas aún luchaban en suelo extranjero y apenas tres meses antes como recordareis, amenazaban París. No se explicaban que había podido ocurrir para que se llegase a esa situación.

Hitler recibió la noticia del armisticio en el hospital de Pasewalk, especializado en heridos a causa de gases. Adolf, había perdido la visión en la madrugada del 14 de octubre, cuando el puesto de mando del regimiento List, que se hallaba en la localidad de La Montagne, al sur de Yprés, fue objeto de un prolongado ataque británico con granadas de cloro gaseoso. Al hospital donde se encontraba Hitler, llegaban atenuadas las noticias del armisticio, de la rendición de las fuerzas armadas alemanas y de la caída y exilio del káiser.

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